No llores por mí, Argentina
Creo que Argentina no sólo tiene trabajo para todos, sino un potencial increíble que debería ser fuente de prosperidad para toda América latina. Al igual que en España, creo que el problema radica en que el modelo de Estado no es el adecuado, ni lo ha sido en las últimas décadas. No podemos atribuir al capitalismo los males de nuestra sociedad, porque se han superado con creces los defectos del propio sistema capitalista, incentivando desde el propio gobierno, una sucesión continua de despropósitos descontrolados, con el único fin de favorecer a una oligarquía con desmedidas ansias de poder. Nada más lejos de mi intención que hacer un discurso revolucionario y arbitrario, porque la propia democracia debería mantener, implementar y renovar continuamente al propio Sistema. Y jamás se hizo; ni en Argentina ni en España. Quizá porque nos hemos considerado demasiado listos y autosuficientes, sin pensar en las consecuencias catastróficas, que nuestras propias negligencias como ciudadanos indolentes, iban a costar al conjunto de la sociedad.
Bien es cierto que nunca estuve en Argentina, pero el testimonio de muchos directivos y empresarios, tanto argentinos como españoles, han confirmado mi tesis. El Sistema sólo ha sabido endeudarse a costa de alcanzar una cuota de poder satisfactoria, sin contar con las personas, ni con los increíbles recursos humanos y naturales de nuestros pueblos. No hace falta ser un gran profeta para entender que los precedentes de la situación, han estado a la vista desde que la usura legal, que ha conformado la base del sistema financiero, ha tomado como rehenes tanto a políticos como a empresarios, desguarneciendo la misma base del sistema democrático; los trabajadores. Todo lo demás no dejan de ser conjeturas sobre quién tiene o no la culpa; cuando todos hemos sido responsables al consentir y delegar nuestras responsabilidades, en quienes ni sabían ni podían dar soluciones, alzándoles como presuntos libertadores, cuando sólo eran rehenes de su propia voracidad.
El problema es que las soluciones pasan por restaurar todos los errores desde la perspectiva del tao; construir de cero. Pero también entiendo que el propio pueblo, desde su desesperación, hoy no está preparado para afrontar una revolución de tal magnitud. Desde luego, la solución no pasa por emular los sistemas populistas emergentes, que sólo contribuirían a una mayor precariedad, reforzando esa pandemia de líderes mesiánicos y totalitarios.
La reconversión es una solución a medias; hay quienes no podemos reconvertirnos sin frustrar todas nuestras esperanzas y nuestra propia vida; porque sólo podemos hacer aquello que es la propia razón de seguir considerándonos útiles y sentirnos vivos. Otra cosa es la desesperación; no sólo implica reconvertirse, sino tratar de no perecer en el intento.
Todas las demás consideraciones, quedan anuladas.